Con sonidos que oscilan entre el emo, el post-rock y lo orquestal, el músico chileno expande el universo iniciado en "Bildungsroman " con un álbum que mira hacia adentro. En este nuevo trabajo, las emociones se estancan, el agua no fluye y el concreto se transforma en metáfora: un escenario desolado donde lo brutalista se vuelve forma de honestidad y cada canción, una grieta por donde se filtra la profundidad.
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Después de adentrarnos en la ansiedad social, los vínculos y el desarraigo juvenil con Bildungsroman (2022), Nicolicio regresa con “El Embalse”, su segundo larga duración y la expansión definitiva de un universo sonoro propio. Esta vez, el viaje no es hacia afuera, sino hacia dentro: una inmersión profunda en territorios emocionales, donde la quietud es inquietante, el concreto se vuelve símbolo y el agua estancada, metáfora.
Grabado nuevamente junto al productor Vicente Muñoz, popularmente conocido como Boti, este trabajo ahonda en una producción meticulosa que abraza la imperfección como parte del mensaje. Cada respiración, roce de cuerda o aspereza sonora fue cuidadosamente conservada para sostener el realismo brutalista que define el álbum. El resultado es una obra que suena “cruda” sin ser descuidada, un ejercicio de honestidad emocional donde la forma y el contenido se funden.
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En “El Embalse”, Nicolicio propone un escenario paralelo. Un mundo donde existen la catedral de concreto, la estepa y el mismo embalse como espacios mentales y espirituales. Este paisaje desolado se sostiene con referencias musicales que abarcan desde el post-rock emocional de Modern Baseball hasta la grandilocuencia orquestal de Gustav Mahler, pasando por la narrativa folk de Father John Misty.
A nivel nacional, Nicolicio se siente parte activa del sonido en construcción que artistas como Asia Menor, Déjenme Dormir o Candelabro han venido cultivando. De hecho, en ‘Vigilia’, uno de los momentos más introspectivos del álbum, aparece un guiño directo al trabajo lírico de Jorge Scheuermann, vocalista de Asia Menor, como gesto de intertextualidad y diálogo artístico.
Las canciones fueron compuestas entre 2020 y 2023, en un proceso que el artista describe como la acumulación de pequeñas semillas: versos, ideas, imágenes que, al reunirse, revelaron un hilo en común. “Empecé a notar que había conceptos que se repetían —concreto, embalse, destino— y que podía construir una narrativa amplia desde ahí, relacionada con Bildungsroman (2022), pero enfocada en el yo interior”, explica. Así, si el disco anterior se centraba en el héroe enfrentando al mundo, “El Embalse” lo muestra luchando consigo mismo.
Pensado para escucharse de principio a fin, el álbum tiene una estructura más continua y orgánica que su antecesor, con transiciones fluidas que invitan a adentrarse sin interrupciones. Es por eso que Nicolicio sugiere oírlo caminando por un parque o en contacto con la naturaleza: “para imaginar los espacios de este mundo, para situarse en la estepa y caminar hasta encontrarse con el embalse”.
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La portada del disco —fotografiada en blanco y negro por Pole en el humedal de Batuco— refuerza esta narrativa visual. Como secuela directa de Bildungsroman (2022), mantiene elementos en común pero desplaza el foco desde los cerros hacia el agua. La imagen del protagonista, de rodillas frente al embalse en un gesto casi de rezo, refleja la búsqueda espiritual que atraviesa las canciones y que también proyecta la trilogía en curso. Porque sí: “El Embalse” es solo el segundo capítulo de una historia mayor que Nicolicio ya está escribiendo.
En un contexto donde la música chilena independiente crece y se ramifica, Nicolicio se suma con una propuesta que busca dialogar desde la forma, el fondo y la emoción. “El Embalse” es, en ese sentido, una contribución honesta y deliberada al cuerpo sonoro de su generación: una invitación a sumergirse en lo crudo, lo estancado y lo visceral de la experiencia humana.
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fotografía por Pole | vía comunicado prensa
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